"El Talmud subraya que el hombre fue creado a imagen de Dios y por consiguiente, un solo ser humao vale lo que el conjunto de la creación: Por eso el hombre fue creado solo, para enseñarte que cuando alguien destruye un alma las Escrituras le consideran como si hubiese destruido el mundo entero, y cuando alguien preserva un alma, las Escrituras les consideran como si hubiera conservado el mundo entero. (San 37a). El mismo tratado enseña que además fue creado para guardar la paz entre los hombres, porque el Talmud insiste también sobre la vida en sociedad, en comunidad, sin distinción de clases sociales. Los rabís de Yabné solían decir: Soy una criatura de Dios y mi vecino también lo es; mi labor está en la ciudad y la suya en el campo; yo me levanto temprano para trabajar y él también. Y él no puede superarme en mi trabajo, ni yo superarlo en el suyo. Pero quizás tú digas: Yo hago cosas grandes y él hace cosas pequeñas. Hemos aprendido que no importa si el hombre hace poco, si tan solo dirige su corazón hacia el cielo."
La Tsedaká es la justicia, "ya que al asistir a nuestro prójimo no es un favor, sino un deber estricto: Dale a tu prójimo lo que pertenece a Dios, ya que tú como lo que posees es suyo; y así dice David: porque de Ti procede todo, y de tu mano te damos (Abot III,9). Nadie, enseña el Talmud, está dispensado del deber de Tsedaká para con su prójimo, e incluso el mendigo debe dar a otro más necesitado que él mismo."
"Si la caridad es verdaderamente Tsedaká, debe tender a hacer desaparecer las condiciones que provocan su necesidad. Por eso, el Talmud recomienda como la forma más grande de Tsedaká el procurar trabajo o enseñar un oficio al indigente: He cumplido muchos actos de beneficiencia, pero no he encontrado ninguno más digno y hermoso que el acto de retornar a su posición normal a un hombre empobrecido (Reshit Jojmá, 5)."
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