Dios es la fuente de la vida. De él emana la vida y hacia él se dirige. Jesús es "camino, verdad y vida".
La Divina Misericoridia del corazón de Jesús es una fuente de vida para el alma que quiere acogerse a ella. No existe alma por podrida y miserable que esté, que no pueda ser restaurada por el amor misericordioso del corazón de Dios. Es una ley supranatural que está por sobre las leyes naturales.
Si Jesús quiere y tu fé lo permite, puedes quedar limpio de alma y también de cuerpo, como ocurrió con los leprosos a quienes Jesús sanó, con los ciegos a quienes dio vista, los paralizados que hizo retomaran el camino recto, los endemoniados a quienes perdonó sus pecados.
Jesús sana el alma y el cuerpo hoy como antes, porque para Dios nada es imposible y el tiempo no es barrera, hoy como ayer.
Pero la misericordia no es un derecho sino una gracia. Es una gracia que Dios da para el mayor bien de nuestra alma, por eso la "salud" no siempre llega como queremos. Sin embargo, si nos acogemos con completa fe en la misericordia de Jesús, aquélla llega. En la forma más insospechada, llega.
Agradecer diariamente por la salud que Dios nos otorga es un deber de amor, algo que ocurre natural y espontáneamente cuando tomamos conciencia de que la tenemos o de que se nos ha restablecido.
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